Neulengbach, a una hora en coche de Viena, es una pequeña ciudad rodeada de tranquilas colinas y campos. Las amplias vistas sobre este paisaje fueron un elemento decisivo para el diseño del arquitecto Franz Karner de su propia casa. A lo largo del borde de un solar inclinado se colocó un volumen sencillo. A través de las ventanas de la terraza, la vista alcanza, mirando al oeste hasta el horizonte, hasta un antiguo palacio cercano a 13 kilómetros de distancia.
A la pequeña caja del apartamento, que alberga una sala de estar espaciosa, un dormitorio y un baño, se accede por un cubo de entrada aparte, que lo conecta con un extenso edificio de talleres y almacenamiento. Los tres volúmenes se encuentran en una plataforma de madera, que flota sobre un prado.