En los años veinte y treinta, estos edificios en forma de cubo eran bastante populares y recibieron el cariñoso apodo de "molinillos de café", ya que recordaban los molinillos de café manuales típicos de esa época. La casa de dos pisos, compacta y cúbica, se podía construir de forma económica y el tejado a cuatro aguas ofrecía mucho espacio para la conversión barata del desván más adelante. Es decir, los constructores tienen mucho espacio por muy poco dinero. El arquitecto Philippe Frey describe cómo la construcción rentable fue un tema clave de la época: "Solo los muros exteriores son de mampostería sólida. Se construían con azulejos y piedras, cualquier cosa que la gente pudiera usar. Por lo tanto, la mampostería es muy variada y con bastante inestabilidad estática". Por este motivo, por ejemplo, la instalación de ventanas más grandes habría sido muy difícil y costosa. "Pero eso no fue un problema para nosotros", dice el arquitecto.